lunes, 28 de mayo de 2012

La cuestión no es despenalizar

El consumo de drogas en la población más desprotegida

Por José María Di Paola (Padre Pepe)  | Para LA NACION
 
Mientras estaba en las villas, hace un par de años, los periodistas me pedían mi opinión acerca de la despenalización del consumo de drogas. Les comentaba que me parecía que se trataba simplemente de la última página de un libro y que primero había que tratar de llenar las páginas anteriores con la búsqueda de una sociedad más equitativa, para que los jóvenes más pobres y marginales fueran accediendo al sistema y pudieran ejercer su supuesta libertad de elección.
En la actualidad, vemos que desde posturas científicas serias, que trabajan a partir de las evidencias, se afirma una posición favorable y otra contraria a la despenalización. La realidad es que no podemos mirar el ejemplo de Portugal -que despenalizó el consumo personal hace más de diez años- y su camino de reducción de la demanda y compararlo sin más con realidades tan comunes en la Argentina como las que se viven en las villas de emergencia, partidos del conurbano bonaerense como La Matanza o el monte santiagueño, por ejemplo. Sería un despropósito y no deja de ser un argumento falaz.
En charlas con peritos de diferentes países, he constatado que ni la guerra contra las drogas ni la legalización de ellas responden o dan una solución y, menos, a los sectores más empobrecidos. Aun países desarrollados están todavía en un tiempo de análisis y búsqueda.
Las posturas científicas, como también cualquier otro análisis, deben tener en cuenta a los más pobres: tanto en su opinión como en el impacto en ellos de las medidas diseñadas. Allí está el verdadero progresismo social.
En este debate en el que sólo participa una pequeña parte de la nación no puedo dejar de tener presente los ojos de los niños y jóvenes de las villas de emergencia, parte de esta Argentina profunda donde viví tantos años de mi vida.
En esas discusiones escucho hablar sobre "la libertad de elección del consumidor" y en ese preciso momento vienen a mi mente las historias de tantos jóvenes de la villa "excluidos" de la sociedad. Ellos, por supuesto, no conocen el "uso recreativo de las drogas", porque no tienen las posibilidades de una vida acomodada o de inclusión.
Más bien tendríamos que preguntarnos si en ese contexto de pobreza y marginalidad en el que viven los niños y jóvenes en villas y barriadas pobres se puede hablar de libertad de elección en el consumidor. Habría que preguntarse si no estamos agregando a la vida de estos hermanos más pobres un problema que después no vamos a ayudar a resolver.
En la Argentina, lo que quizás es recreativo para un joven de clase media o alta se torna fatal en los ambientes pobres y marginales. Es necesario comprender que la vulnerabilidad social aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza.
Es necesario que antes de hablar de despenalizar se implemente un programa preventivo en las escuelas, que existan centros barriales -como el Hogar de Cristo, presente en las villas 21, 31 y 1-11-14 de Buenos Aires-, y proyectos de inclusión en salud, trabajo y vivienda.
Creo fervientemente que no se debe criminalizar al adicto. Junto a mis compañeros sacerdotes villeros tenemos una vida comprometida en esta causa que nos avala. Son miles los adolescentes y jóvenes que han pasado por nuestros programas de prevención y recuperación en la villa 21; cada uno con sus ilusiones, sus metas por alcanzar en la vida en un medio tan adverso. Hemos conocido a muchísimos chicos adictos que luchan por estar bien, por superar la adicción que les impide experimentar la paz y la felicidad. Hay quienes recaen y se vuelven a levantar por esa luz de esperanza que guardan en su corazón. También hemos acompañado a otros en el duro momento de la privación de la libertad porque cometieron algún delito bajo los efectos de la droga, y hemos despedido con tristeza, en el cementerio de Flores, los restos de muchos que murieron por la droga.
El Estado tiene una deuda social muy grande con estos chicos que padecen estado de abandono en la calle, tuberculosis y sida, desamparo escolar y, sin embargo, pueden acceder a las armas y a la droga con una facilidad extraordinaria.
Coincidimos con los que afirman que la adicción es una enfermedad.
Este planteo ayuda a ubicar al adicto en un lugar más justo y a no criminalizarlo. Esta mirada positiva tiene, sin embargo, un largo camino de ejecución para que los adictos más pobres puedan acceder al sistema sanitario, que, además, está colapsado y no se encuentra preparado para desintoxicarlos y asistirlos.
Si alcanzara con un tratamiento convencional, bastaría con que el Estado otorgara mayor cantidad de becas para internación. Pero el desafío que el paco nos presenta nos obliga a ser mucho más creativos y a entender que este proceso de inclusión llevará muchos años.
Qué decir de los changuitos que en los pueblos del interior no cuentan con servicios médicos básicos, como psiquiatras y psicólogos, y deben trasladarse a la ciudad capital para ser atendidos aun cuando allí tampoco existen lugares a los que los profesionales puedan derivarlos.
Desde el año pasado he recorrido muchas ciudades de la provincia de Santiago del Estero, donde vivo actualmente. He sido invitado por intendencias, consejos deliberantes, escuelas y diferentes organismos no gubernamentales para dar charlas sobre mi experiencia en la villa de Barracas y he visto que padres, docentes y autoridades tienen la misma preocupación: qué hacer ante la dura realidad de que en sus pagos hay adolescentes que se drogan.
Miran la marihuana, o cualquier otra droga, como una novedosa propuesta negativa para la vida. Frente a esta "novedad" y buscando caminos de superación, quedan azorados cuando ven por los medios televisivos que en Buenos Aires se hacen marchas y se discute la despenalización del consumo de drogas.
Les parece un debate de otro país. Quizá querrían decir algo; pero este tema no se abrió para charlarlo en las escuelas ni se profundizó en el interior de nuestra patria. A veces los habitantes de las megaciudades creen representar a toda la Argentina en sus debates, pero debemos darnos cuenta de que, por su gran riqueza regional e histórico-cultural, nuestro país es mucho más grande que nuestras ideas.
¿Alguna vez nos animaremos a cotejar nuestras opiniones con todos los argentinos convencidos de que la opinión del otro puede aportar algo de verdad, y sin pensar que todo diálogo es un Boca-River?
En fin, lo más urgente es ocuparnos como sociedad de los primeros capítulos de ese libro imaginario, en los que todos podemos aportar algo positivo para disminuir la brecha social entre jóvenes que tienen al alcance de su mano lo suficiente para una vida digna y otros que están sumergidos en la más cruel marginalidad.
© La Nacion.

jueves, 17 de mayo de 2012

Invitación

Fuimos invitados a la mesa que inauguraba un Seminario sobre drogas organizado por la Diputada Nacional Cornelia Schmidt-Liermann. Allí estuvimos. A pesar de la amplia convocatoria que hicieron los organizadores de tal Seminario, la asistencia fue muy escasa. Y en especial se notó la ausencia de funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional que tienen a cargo en la actualidad, la responsabilidad de una política de drogas en nuestro país. Y en cuanto a los legisladores, no sólo no fueron la gran mayoría de los componentes de ambas Cámaras, sino que tampoco fueron los invitados a exponer sus posiciones y que habían confirmado oportunamente su asistencia. ¡Sorprendente! Aunque tal vez no sea tan sorprendente para quienes vemos a lo largo del tiempo, que se habla de "debates", algunos hasta de "diálogo" pero...cuando  convocan  los partidarios de las modificaciones de la actual ley nacional de drogas y de la liberalización de las drogas, suelen invitar a uno o tal vez dos exponentes de otras ideas, cuando a ninguno, lo cual convierte al encuentro en una verdadera campaña y no en un debate. Cuando los que organizan son los cuestionadores de estos supuestos "nuevos  paradigmas" (en realidad bastante viejos),  o quienes en forma amplia invitan a todos, los "novedosos" no asisten. ¿Quieren el debate? No, ni en el Congreso de la Nación.

Viviana Sacco
Grupo "A pesar de todo"



¿Se Viene la Generación THC?

 

Sergio Barrera



La Fede repartió volantes, pegó afiches y mandó por todos los medios la imagen que adjunto abajo, ante el llamado mundial de una nueva marcha a favor de la Legalización de la Marihuana.
También pude leer una invitación de la Revista THC a la misma marcha. Algunos compañeros a título individual invitaban a ir y yo, también a título individual, quiero volver a decir lo que pienso, simplemente para que si a alguien le interesa se discuta en alguna reunión o asamblea de barrio.


En Mayo del 2011 escribí una nota que publicó Prensa de Frente (http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2011/05/08/p6454 ).

Mis consideraciones alrededor de la necesidad de que discutamos la difusión del consumo de marihuana y otras drogas,  es en primer lugar política.

Pero también hay razones que tienen que ver con la salud de la sociedad que nos imaginamos y que tendríamos que empezar a prefigurar hoy -en la medida de lo posible-y por último lo que tiene que ver con -no sé como llamarlo para que no parezca rimbombante ni demodé- la integridad y la moral militante. Sí, ya sé, suena muy setentista esto, ¿no?. Mas viejo todavía, incluso de fines del siglo XIX o principios de siglo XX, de los relatos de los militantes anarquistas que escuchamos o leímos y su preocupación por defenderse de los vicios que provocaba el capitalismo en la clase trabajadora.

Pero hoy tuve una alegría. Fue cuando leí los extractos del libro de Mariano sobre Darío Santillán, que salió en la revista 23, en la parte dónde cuenta que siempre quería saber sobre los compañeros que militaban desde los setenta y en especial, la parte donde cuenta que no tomaba alcohol cuando trabajaba, para dar el ejemplo a los compañeros, y entonces me acordé de todo este tema. Me dije: ese hecho, pequeñito y grande a la vez, tiene una importancia inmensa. Entonces me animé a escribir. Y me pregunté: ¿cómo se comportarán en el futuro los militantes que dicen “hagamos como Darío Santillán”, ¿lo harán tomando alcohol y fumándose un porro delante de los compañeros?.

Por naturalización nomás, como la juventud consume marihuana, de a poco vamos aceptando de a poco, deshilachándonos, empezamos a participar en una marcha por la legalización, después aceptando que nuestros compañeros consuman en los festivales y marchas. Después pinta una banderita y después otra. Y si empieza a haber solidaridad de las provincias, ¿por qué no vamos a las marchas provinciales también, no?...

¿Después de eso que sigue? ¿ Terminaremos enseñándoles a nuestros hijos desde pequeños a plantar para que sean más libres y fumen de la suya?... ¡Claro!, ¡que es para mejor combatir el Narcotráfico!... ¡Ja!...

Y como si se tratara de un micro-emprendimiento más... Ayer decíamos “ahora nosotros hacemos nuestro pan”... ahora hacemos nuestra droga, ¡somos "independientes" del sistema!!!... ¡Somos unos vivos bárbaros!!!...

Tenemos las guardias tan bajas que los compañeros de Marcha, involuntariamente y por desconocimiento, le publicaron una nota a una ONG mantenida por la fundación de George Soros, como mínimo desde el 2008. Esta fundación tiene la política en toda América Latina de subsidiar oenegés que están por la legalización y la llamada “reducción de daños”, fomentando el consumo de la tan preciada mercancía que “libera” cerebros. Millones de dólares para que se consuma marihuana. ¿Porqué será que de esto no hablan los que con argumentos militantes hoy van a marchar para combatir a los narcotraficantes y a la policía?. Como no creo que Soros quiera luchar contra el imperialismo ni las empresas y países interesados en este negocio, estaría bueno desconfiar de sus intenciones ( Nota en Marcha a Graciela Touzé de la ONG "Intercambios" (  http://www.intercambios.org.ar/, que es la representante en el país de la Open Society Foundations de George Soros (http://www.soros.org/about).

También ex-presidentes latinoamericanos y Vargas Llosa andan planteando que "como fracasó la lucha contra el narcotráfico, lo mejor es legalizar el consumo". ¡Qué mentira!, ¡qué forma de instalar una premisa equivocada!!!... ¿Alguien cree sinceramente que los ejércitos y las policías de algún país lucharon en algún momento contra los Narcos?. México tiene que cambiar cada año toda la cúpula policial porque rápidamente se asocian a los narcos y terminan haciendo , lo que hacen en todo el mundo: son socios del negocio, con los jueces y los punteros políticos, con los “barras bravas” y toda esa lacra que produce esta sociedad que quiera hacer plata a cualquier costo, a la que no le importa destruir la cabeza de cualquiera ni construir ninguna subjetividad liberadora. O mejor dicho: precisamente porque le importa, para evitarla.

Como estudiante del profesorado de Historia, justo estoy estudiando, lo que hicieron los ingleses después de más de 3 siglos de querer penetrar en China, que tenía una economía super-cerrada. Al fin lo lograron (y se quedaron un siglo). ¿Saben cómo?... metiendo de contrabando durante el siglo XVIII opio de la India británica. El opio fue un aliado fundamental para quebrar la resistencia china. En 1830, ante el desenfrenado abuso del opio y las alarmantes señales de degradación en la sociedad china, el emperador ordenó que se combatiera esta plaga, se destruyera lo incautado y se encarcelara a todo el funcionariado corrupto. Inglaterra respondió haciendo dos guerras, derrotó a los chinos, se quedó con Hong Kong, con otras potencias imperialistas se repartieron el país y… el opio fue legalizado.

Últimamente nos congratulamos de las diferencias de América Latina respecto del resto del mundo, de los movimientos sociales, del rol del sujeto, de procesos que se viene dando en respuesta a las políticas neoliberales,  de las experiencias que se están haciendo y de la preocupación del imperialismo por derrotarlas…

Yo no iría tan alegremente a marchas que pueden estar siendo auspiciadas por nuestros enemigos, contribuyendo con sus políticas de control social al sucumbir ante los cantos de sirena de falsas liberaciones. Primero discutiría políticamente, estudiaría qué hicieron  por ejemplo en Cuba o en Venezuela (es muy interesante ver la posición de la secretaría de lucha contra las drogas de Venezuela y sobre todo lo que opina de la marihuana el gobierno bolivariano, así como las campañas que se están haciendo en las escuelas y en los barrios,  se puede ver todo por internet).

No tengo las respuestas, es posible que seamos minoría los que tenemos esta posición, pero insisto en que tenemos que reflexionar antes de que sea tarde. Creo que en este tema caminamos alegremente –con una acitud No Problem- hacia el abismo, hacia una sociedad que es lo opuesto a una sociedad libre, porque estamos hablando de sustancias que destruyen la voluntad del ser humano y sus relaciones personales. Aunque sólo se tratara de sustancias que sólo lo distraigan de la tarea de luchar por una sociedad de iguales, si podemos impedirlo, tenemos que dar esa batalla.

En principio, yo no perdería el tiempo discutiendo entre nosotros, porque estamos en contra la criminalización del que consume. Tampoco en discutir con los compañeros que consumen, ni con los pibes de los territorios y los barrios donde estamos. Al menos no empezaría por ahí, porque es muy complejo el problema y no se resuelve por decreto: todos sabemos que el adicto al tabaco, por más que sabe que se está cagando la salud, que se está produciendo muy probablemente cáncer o problemas cardíacos igual fuma, es una adicción que lo domina. No hay argumentos que puedan contra eso, ni políticos, ni humanitarios ni de ningún tipo. Allí hacen falta otras respuestas que sólo pueden dar los especialistas en adicciones.

El tema es qué le decimos a los que todavía no cayeron en el consumo. Ahí sí podemos hacer algo ya. Con los que están viendo qué onda, quieren probar pero tienen dudas, con los chicos que ahora van a empezar a ver por todos lados situaciones que promueven el consumo de drogas y la actitud de que está bueno consumir porque supuestamente es parte de la lucha contra los narcos - y según algunos ¡hasta es revolucionario!-…. Tenemos la obligación de decirles otra cosa que los medios, que la propaganda oficial, que los políticos demagogos. Para contrarrestar  la política que se está instalando, para preservarlos y preservarnos.

Ya están bajando los programas para las escuelas que hacen promoción del consumo. Y no sólo de la marihuana, de todas las drogas. El eje es la “reducción de daños”, o sea: “consuman, que los vamos a cuidar para que no se mueran... para seguir vendiéndoles la mercancía… Claro que puede fallar, pero en ese caso serán sólo resultados no buscados, efectos colaterales"…

En una escuela secundaria de La Matanza ví el cartel que va en el adjunto (sin la propaganda de la Fede, claro). Saquen sus conclusiones.
También mando lo que está bajando el gobierno en las escuelas. No es casualidad, esto es una política discutida e impulsada. Y este gobierno es totalmente responsable de ella.
En los barrios, en los territorios, en las escuelas primarias, secundarias y en las universidades, en todo lugar donde tengamos presencia política, nuestro trabajo tiene que estar dirigido a prevenir y ayudar a los que no consumen, para que puedan decir “No”. ¡La presión para que digan “sí” es muy grande!.  Tenemos que discutir que les vamos a decir a esos chicos, a nuestros hijos, si queremos ser realmente una alternativa que presente a la sociedad un cambio verdadero. Las respuestas seguro que no las vamos a encontrar en THC.

Comentario destacado

Queremos destacar uno de los comentarios que tuvo la nota, publicada en el blog de Rolando Astarita, porque nos plantea el enfoque sanitarista del tema. Y esto, que puede parecer una obviedad, ya que incluso desde los medios, los liberalizadores de más drogas psicoactivas, que pretenden modificar la actual ley nacional, se llenan la boca hablando de que se trata de un tema de salud, sin embargo no parece resultarles conveniente que el tratamiento en el Congreso de la Nación pase por la Comisión de Salud de ambas Cámaras, y a la mayoría de nuestros legisladores tampoco. ¿Es o no es un tema de salud?


El autor del comentario se llama Martín, y aquí va:

"Quisiera dar una opinión, quizás desde la distancia respecto del debate, que no manejo, y al que tal vez nunca di demasiada trascendencia. Sin embargo creo que estaba equivocado, al menos en el alcance del problema. Debo decir que adhiero a la posición que expresa Rolando en su post, pero sobre todo más alla de eso, me sorprendo mucho del “alcance” que tiene sobre las opiniones cuasi “militantes” de algunos comentaristas del foro que, pasionalmente, atacaron sin buenos fundamentos la mesurada intervención del autor. Quizas discrepo sobre la “estrategia retorica” de Rolando de decir que el problema es simplemente que se desechen las opiniones que señalan los peligros del consumo de “drogas”. Disculpenme chicos, pero realmente creo que muchas opiniones vertidas aquí son claras expresiones de la charlatanería posmoderna, del simplismo de cierta “militancia social” que confunde los problemas históricos, políticos y sociales, con esa fraseologia de la “lucha por la identidad”, de los pseudodebates relacionados con la propiedad individual del cuerpo, etc etc. MIren muchachos, seguro les molestara mi posicion “sanitarista decimononica”, pero debo decir que discrepo profundamente con las posiciones deconstruccionistas, foucaultianas, “escohotianas” (se dira asi?) sobre el problema del consumo de estupefacientes. Mas directamente, les diria a quienes en un lapsus de liberalismo burgues decimononico mezclado con posmodernismo liberal pequeño burgues “de los ´80″, dicen “mi cuerpo es mio”… No chicos, este es un tema sanitario, social, encarna fuerzas mucho mas importantes que las decisiones que tomes con tu pequeña vida, que asi, aislada y despreocupada vale poco más que un proceso biologico cualquiera. SI, quizas soy una reliquia respecto de los debates que tal vez tienen todos los dias en la facultad (en esta facultad de estos ultimos 10 años, preocupada por lo inmediato, por la salidita, y por ver que sensacion nueva “prueba”. Realmente creo que tanta perspicacia y pasión deberian ser puestas en cuestiones menos relacionadas con la “inmediatez biologica” y más con las tareas históricas (si, la revolucion socialista, y no una peleita para que el capitalismo se “reforme” y acepte la comercialización de drogas). Creo que a veces hay que bajar a tierra, no todo es tan relativo. Sí, la merca te hace mal (bastante mal), la heroína te destruye, los psicofármacos peor, pero debo decir que lo que más destruye es esta “moda” tardía, actualizada por el discurso gubernamental, de buscar la sensacion inmediata, de decirle a los pibes que prueben de todo, de decirle a los jovenes adultos que piensen en el autito, la bequita del conicet, la casita y los hijitos, y que si quieren hacer politica, “consuman” canal oficial. No existe la militancia individual, no existe la reforma como militancia, no existe la “militancia” rentada por el Estado burgués. Las discusiones en defensa de las elecciones individuales, y su reificacion no sólo no tienen nada que ver con la revolución socialista, sino que parecen ser su antítesis. Al que le caiga el poncho, que se lo ponga..."

domingo, 13 de mayo de 2012

Drogas y relativismo cognitivo “progre”

Rolando Astarita [Blog]

con 72 comentarios


Por gentileza de dos madres que militan en la Red de Madres y Familiares de Víctimas de Drogas, llegó a mis manos Prevención del consumo problemático de drogas, un libro escrito por la licenciada Graciela Touzé (en adelante GT), que está destinado a docentes y al trabajo en las aulas. El texto está prologado por Alberto Sileoni, ministro de Educación de la Nación y por María Brawer, subsecretaria de Equidad y Calidad. Goza, además, del “aval-respaldo” de la presidente de la Nación, Cristina Kirchner.

El libro tiene como uno de sus ejes la crítica de las políticas preventivas que hacen eje en el castigo al consumidor, y estigmatizan socialmente a los adictos, asociándolos con el delito. En este sentido, acompaña al “nuevo enfoque”, centrado en la despenalización del consumo, que están promoviendo gobiernos latinoamericanos, así como corrientes que van desde la derecha liberal (a nivel mundial la vanguardia sea tal vez el semanario The Economist), a la izquierda, y otros sectores. Muchos proponen incluso despenalizar la comercialización de las droga. Pero es en este marco, que Prevención… relativiza el peligro que representan sustancias como la cocaína y heroína. Más concretamente, sugiere que probar una dosis de cocaína es tan problemático como probar un vaso de vino, un cigarrillo o un café. Lo “problemático” solo aparecería cuando existen intoxicaciones agudas, usos regulares crónicos y dependencia (p. 34). Por eso, aconseja GT, hay que hacer uso, sin caer en el abuso o en la dependencia. En otras palabras, no existiría ninguna conexión particular entre el uso esporádico de cocaína, y el deslizamiento hacia la dependencia. Destaco que este texto se envía a los colegios en medio de una pronunciada caída, ocurrida en los últimos tiempos, de la percepción del riesgo implicado en el uso de drogas. Según me informan las militantes de la Red de Madres, la baja detectada es del 20%; existen, además, razones para pensar que en la juventud la caída es mayor.

En esta nota quiero tratar solo el enfoque global desde el que se argumentan estas posiciones en GT. Es un enfoque que se ubica en el marco del llamado relativismo epistemológico. El tema me parece importante porque existe toda una corriente de opinión, dentro de la izquierda y el progresismo, que considera a los enfoques relativistas casi “revolucionarios”. Opino que esto no tiene nada de progresivo, y menos aún de “revolucionario”. Más bien introduce un enfoque reaccionario y contrario al conocimiento científico.


Relativismo e historia en Prevenciones…


Para sustentar su posición GT apela al relativismo epistemológico, y a una historia “sui generis” (que se apoya en el relativismo). En esencia, GT plantea que lo que pensamos sobre, o sentimos ante, las drogas, tiene que ver con construcciones sociales y culturales. El actual temor a la droga que tienen algunos es producto de una construcción social, y no tiene base en una realidad externa conectada con las propiedades de la droga “en sí”. Según GT, la historia lo demostraría: afirma que las drogas se han consumido desde hace miles de años, y “sus virtudes fueron explotadas a fondo por las grandes culturas”. Agrega que han sido “facilitadoras del vínculo social”; que todo grupo humano hizo uso de ellas; y que su uso es “un fenómeno plural”. Esta experiencia histórica demostraría que el problema no es la sustancia, sino en qué entorno histórico y social se consume. El “problema” de la droga es una construcción de la modernidad. ¿Y por qué habría pasado a ser un “problema” con la modernidad? Porque, siempre según GT, con la modernidad se rompieron los vínculos sociales tradicionales y el Estado pasó a intervenir en los consumos de las personas. GT no nos dice en qué época sucedió esto (la “modernidad” es bastante difusa), ni precisa qué entiende por “modernidad”. Sin mayores precisiones, explica que quien estuvo en contra de la droga fue el capitalismo norteamericano, porque quería controlar a los “grupos peligrosos” como los mexicanos, negros, irlandeses, chinos. De esta manera, GT asimila el uso de la droga con la resistencia de los grupos “peligrosos” al capitalismo estadounidense. Estar en contra de la droga se identifica así con la defensa del sistema capitalista (estadounidense), y el “problema de la droga” es una construcción de este último. Entre otras conclusiones, sostiene (cuando critica el modelo de prevención médico sanitario) que no hay que infundir temor a probar drogas y que no hay que subrayar los efectos perniciosos que pueden tener las sustancias. Anotemos que este discurso es el que rodea al debate acerca de la despenalización.


No hay realidad objetiva


Siguiendo a Sokal (2008), entiendo por relativismo epistemológico una filosofía que proclama que la verdad o falsedad de una afirmación que se refiere a un hecho o fenómeno, es relativa a un individuo o grupo social. Prevención... se ubica claramente dentro de este marco. Lo que está afirmando es que no hay una realidad objetiva, como que ciertas sustancias afectan las neuronas y generan dependencia. Es que, según GT, la percepción de un fenómeno -dependencia de la droga, por caso- dependería exclusivamente de las creencias, concepciones e ideas sociales dominantes, y no habría forma de saber si hay una realidad, o cuál es la realidad, por fuera de esas creencias, concepciones e ideas sociales dominantes. Por eso, si hoy existe una percepción social dominante de que la droga es perniciosa, esto solo puede obedecer a una lógica de dominación del capitalismo (estadounidense). Éste es el mensaje fundamental de Prevención.… Es cierto que en algún pasaje (p. 22) admite una realidad llamada sustancia-droga. Sin embargo, lo hace para pasarla a segundo plano: “el ‘problema droga’ remite hoy más que a datos objetivos sobre la realidad del fenómeno, a una determinada percepción asentada en concepciones”. Para “bajar a tierra” este mensaje, digamos que si una madre ve que su hijo está descompuesto y desesperado por más droga, que no razona, etc., lo importante no es esa “realidad”, sino la “concepción” de la madre que está determinando su “percepción” de algo que, tal vez, no exista. En esencia, nadie puede saber si el chico está drogado, debido a que nuestras concepciones están infestadas de ideología dominante, que genera pseudos problemas. Por eso, y siempre según este enfoque, lo más probable es que “chico que está drogado” sea uno de esos tantos “pseudo problemas”, creados por el capitalismo estadounidense.

El problema con esta concepción es que a partir de un hecho cierto, a saber, que las percepciones sociales están fuertemente condicionadas por las instituciones, y sus respuestas, deriva la falsa idea de que no existe verdad científica (sometida a pruebas, verificación, etc.) acerca de la peligrosidad de la droga. Dado que, además, GT ha “demostrado” que la droga recién fue elevada al rango de “problema” por el capitalismo de EEUU (con el advenimiento de la “modernidad”), lo más probable es que donde los padres de un chico adicto estén viendo un “problema”, en realidad se trate de un derivado de sus mentes colonizadas. Es gente que se ha generado un problema meramente conceptual, a partir de percepciones condicionadas por conceptos equivocados.


Externalismo del contenido mental

Pues bien, frente a esta concepción, defiendo un enfoque materialista; o también, la tesis que Westphal llama el “externalismo del contenido mental”. Esta tesis dice que al menos algunos de los contenidos de algunos de nuestros estados mentales pueden ser plenamente especificados solo en relación a objetos o eventos de nuestro entorno que son externos a nuestras mentes o cuerpos (Westphal, p. 65, nota). Esto significa que si varias personas están advirtiendo que alguna o algunas personas están viendo perjudicadas sus capacidades mentales (aprendizaje, capacidad de relacionarse socialmente, etc.), esto no es una mera “construcción mental” generada por la ideología (imperialista o de cualquier otro tipo), sino responde a un fenómeno externo (al pasar, nótese que esta concepción entraña un enfoque social del conocimiento). La posición de GT es, naturalmente, la opuesta. No hay manera de saber si existe una realidad externa, o en todo caso, no hay manera de obtener conocimiento alguno de ella, ya que, según esta tesis, nuestras percepciones solo son expresiones de nuestros caracteres individuales, sociales e históricos y, como tales, son arbitrarias.

Es esta concepción la que le permite a GT, por otra parte, pasar por alto cualquier evidencia empírica y científica que haga referencia al carácter peligroso de ciertas sustancias. Si todo es construcción social e histórica, si además siempre están generadas por los poderes dominantes, no hay manera de saber si la Tierra es cuadrada o redonda; si gira alrededor del Sol, o si éste gira alrededor de la Tierra; o de saber si la cocaína es más adictiva que el té de tilo, o si éste lo es más que la cocaína, o si ninguno es adictivo, etc. A esta “ciencia” se reduce este abordajes “libre de prejuicios” de GT. De manera que puede pasar por alto, y cómodamente, evidencias científicas.

Por ejemplo, en el caso de la cocaína, investigadores y médicos plantean que su uso altera la producción de dopamina en el cuerpo humano de una manera cualitativamente distinta de lo que lo hacen otras sustancias, y que esta circunstancia genera un alto riesgo de adicción. El dato es importante, aunque siempre será necesario mantener un escepticismo moderado. Las diferentes teorías gozan de diferentes grados de crédito, dependiendo de la cantidad y calidad de datos que las apoyan (la tesis de que la Tierra es redonda está mejor respaldada que la que relaciona la cocaína con la dopamina). Pero lo que no tiene sentido (y es profundamente reaccionario) es sostener que el dato obtenido en los análisis químicos y en los laboratorios carece de relevancia porque “todo es construcción social”. Solo los charlatanes (y en las “ciencias sociales” parecen abundar) pueden desconocer que los seres humanos tenemos, además de una constitución social, una constitución biológica (prueben a vivir sin ingerir alimentos ni agua). Además, afirmar, como hace GT, que por el hecho de tener en cuenta esta base biológica deban desconocerse los condicionamientos sociales -que inducen a alguien a ingerir alcohol o cocaína, etc.- es, por supuesto, otro error, y de nuevo, mayúsculo. Las asociaciones “libres” del tipo “si usted habla de fenómenos químicos y biológicos en el cerebro, no tiene en cuenta lo social”, o “está a favor de la penalización del consumidor”, son solo eso, asociaciones “libres”, tan libres, que carecen de cualquier rigor.

Como se ha dicho muchas veces, el relativismo cognitivo es víctima de la auto-refutación. Es que si todo es construcción social, si la “realidad de los fenómenos” están en un segundo plano, ¿cómo sabemos que todo lo que dice GT no responde también a una concepción dominante, perversa y colonialista? Por ejemplo, ¿por qué afirma que existió “persecución del Estado norteamericano a ciertos grupos”, si su propia percepción de este fenómeno está determinada por conceptos social e históricamente construidos? Y lo mismo se aplicaría a cada una de las afirmaciones de Prevención… . Pero si esto es así, ¿por qué se presenta este libro como el material privilegiado en la cuestión drogas, y para colmo respaldado por la autoridad del Gobierno? La propia concepción relativista obligaría a abrir la posibilidad a las expresiones no relativistas.


El derecho a la información

En todo esto no estoy discutiendo cuál es el camino más eficaz para prevenir adicciones como al tabaco, el alcohol o la cocaína, sino cuestionando el enfoque y la información que se está brindando a los docentes y a la juventud sobre el tema. Solo quien se cree el dueño de “la” verdad, piensa que puede “administrar” la información como se le dé la gana. El criterio que defiendo es el opuesto. La gente (y en este caso, los docentes, los padres y los alumnos) tienen el derecho a conocer toda la información. Por ejemplo, existen investigadores que sostienen que cuando el consumo de cocaína es esporádico, una vez al mes o cada más tiempo, las conexiones de neurotransmisores se reajustan en muchos casos, sin secuelas notables (aunque depende del estado de la persona, y de otros factores). Sin embargo, también se explica que debido a la sensación placentera, puede haber fuertes tentaciones de repetir. Por este motivo, muchos sostienen que probar la cocaína conlleva riesgos elevados. Además, precisan que parte del proceso de devenir adicto encierra también la negación de la adicción. Y que la persona que consume va generando una creciente tolerancia a la droga. En consecuencia, afirman que no es el mismo el grado de adicción que puede generar el consumo ocasional de un vaso de vino, o de café, que el de una dosis de cocaína o heroína. Por supuesto, alguien puede decir que esto no es así. Pero hay que demostrar que no es así, y explicar por qué. En este respecto, no vale de mucho afirmar que el que midió tal grado de dopamina en el cerebro del consumidor de cocaína registró esa medición porque su cerebro de investigador está “colonizado” por el imperialismo americano. En cualquier caso, si en los laboratorios se ha registrado que existe una sustancia que, por fuera de nuestra mente, genera una reacción química que tiene tales efectos, lo que cabe es decirlo. Nadie tiene derecho de ocultar esta información (y este asunto es un poco más serio que manipular el INDEC), y menos con el argumento de “todo el problema es producto de una construcción mental”.


En defensa de la tradición científica y racionalista

Uno de los temas que mejor plantea Sokal, y con el que no puedo manifestar mayor acuerdo, es su defensa de las tradiciones científicas, en oposición al oscurantismo reaccionario que se refugia en los “relatos”. Como subraya Sokal una y otra vez, es un grave error pensar que el conjunto del discurso científico es una mera construcción social. Este es un argumento que ha encajado muy bien en los nazis (“el Holocausto es un cuento de los judíos”) o en otras fuerzas retrógradas (“la teoría de la evolución es un relato con la misma, o menor, validez, que la Biblia”) o capitalistas (las tabacaleras dirían que el peligro de la nicotina es “construcción social”). Frente a esto, Sokal señala que mientras los científicos intentan obtener una visión objetiva del mundo, o de ciertos aspectos de éste, lo mejor que pueden, los relativistas les dicen que están perdiendo el tiempo, y que semejante empresa es una ilusión (véras Sokal, p. 230). Es lo que vendría a decir también GT a quienes quieran investigar las propiedades y los efectos objetivos de cualquier droga sobre el cerebro. “Pierden el tiempo, porque el problema es una construcción social del imperialismo”. Y que, de todas maneras, cualquiera sean las conclusiones que saquen esos investigadores, no es necesario ni conveniente transmitirlas a la docencia o a la juventud. Todo esto disfrazado de ropaje progre-izquierdista. Desgraciadamente, muchos sectores de izquierda hoy parecen plegarse a este discurso o, al menos, lo consienten.

En este punto no puedo resistir la tentación de citar a Sokal, cuando comenta el curioso giro histórico que se ha producido en las últimas décadas. Dice: “Durante la mayor parte de los últimos doscientos años, la izquierda se ha identificado con la ciencia y en contra del oscurantismo; hemos creído que el pensamiento racional y el análisis valiente de la realidad objetiva (natural y social) son armas eficaces para combatir las mistificaciones fomentadas por los poderosos, además de ser fines humanos deseables por sí mismos. Y, sin embargo, a lo largo de los últimos veinte años, gran número de estudiosos de las humanidades y científicos sociales ‘progresistas’ e ‘izquierdistas’ (pero, prácticamente, ningún científico natural, sean cuales sean sus opiniones políticas) se han distanciado del legado de la Ilustración y… han abrazado una u otra versión de relativismo epistemológico” (p. 158).


Luchas sociales progresistas

Como no podía ser de otra manera, y a pesar de su disfraz “progre”, el planteo de GT es, globalmente, reaccionario. Para explicarlo con un ejemplo: las grandes compañías tabacaleras durante mucho tiempo ocultaron información sobre las consecuencias de la nicotina en el cerebro. Y aumentaron las dosis de nicotina para crear adicción en los consumidores. Por esta causa, hubo una lucha, librada por cientos de activistas, para obligar a las empresas a revelar estas cuestiones, y para advertir a los fumadores de los riesgos implicados en el consumo de tabaco. ¿Qué decir del “progre-izquierdista” que saliera a explicar que todo es “construcción histórico-social”, que el peligro del tabaco y la nicotina es un “pseudo problema”, y que las pruebas de laboratorio sobre los efectos de la nicotina no deben difundirse para “no generar miedo”? Bonito servicio a la humanidad. La realidad es que la campaña de denuncia contra las tabacaleras fue progresista. Naturalmente, también puede haber influenciado en la derrota de estas grandes compañías el hecho de que el tabaquismo represente un costo importante para el capital de conjunto (en términos de mantenimiento o deterioro de la fuerza de trabajo), además de constituirse en un peligro para la salud en general. Pero nada de esto desmiente la realidad objetiva, que la nicotina genera adicción, que las tabacaleras manipularon la sustancia para incrementar sus ventas, y que el aumento de la percepción del riesgo encerrado en el tabaco provocó una fuerte disminución del consumo, al menos en los países capitalistas más desarrollados.


Una historia sin sustento


Los efectos del relativismo epistemológico también se hacen sentir en la historia que cuenta Prevención… . Es que si todo es “construcción social”, cualquier relato parece posible. Según GT, la droga fue construida como “problema” para desarticular la resistencia de minorías potencialmente subversivas en EEUU. Entre otras razones, porque la droga ayudaría a la socialización. Pero entonces, ¿cómo se explica, por ejemplo, que Gran Bretaña le haya impuesto a China, en el siglo XIX, la aceptación del comercio del opio? ¿Eran los colonialistas ingleses “progres”, interesados en promover las vinculaciones sociales de los chinos? ¿Qué lógica tiene esto? Más en general, ¿qué decir de la larga lucha de los movimientos socialistas, anarquistas y otros, contra el alcoholismo y otras adicciones? Engels, por ejemplo, denunciaba los estragos que provocaba el alcohol en la clase obrera inglesa, sin por ello dejar de poner énfasis en la raíz social del problema (véase La situación de la clase obrera en Inglaterra). Según el compañero de Marx, el alcoholismo era la consecuencia de la explotación, de la falta de perspectivas, de la pobreza, el hambre y la desocupación. Pero al mismo tiempo constataba que hacía estragos en el ánimo y el cuerpo de sus víctimas. Esta posición fue mantenida históricamente por el socialismo. En otras ocasiones, se ha denunciado que la droga fue utilizada para dominar y debilitar a los resistentes. Cuando los japoneses ocuparon Manchuria, produjeron grandes cantidades de opio y heroína; buscaban generar muchos adictos, para romper la voluntad de resistencia del pueblo chino a la ocupación. En EEUU, activistas de los Panteras Negras denunciaron que en la década de 1960 los barrios pobres con población negra se inundaron de píldoras, marihuana y heroína de gran pureza, y que esto era promovido por el Departamento de Estado, apuntando a la destrucción de la militancia.

Seguramente todo esto necesite de más estudios y pruebas empíricas, pero no puede ser pasado por alto con el pretexto de “todo es construcción social del imperialismo de EEUU”. Incluso en lo que hace a la evolución de la cocaína, las cosas no parecen encajar en el relato de GT. Si la cocaína era un elemento de resistencia de las comunidades, no puede explicarse por qué tuvo amplia aceptación en el siglo XIX. La Coca Cola tenía dosis de cocaína, la industria del cine la promovía, millones de personas la consumían, y hasta el joven Freud la recomendaba para curar depresiones. El consumo masivo de estupefacientes es un fenómeno típico del capitalismo (la producción en masa de sustancias como la cocaína era desconocida en sociedades precapitalistas). Solo cuando empezaron a verse los efectos perniciosos del consumo, a fines del siglo XIX, se levantó el clamor público por restringir su uso. Recién en 1903 la Coca Cola fue obligada a quitar la cocaína de la fabricación de la bebida. ¿Era esta empresa entonces una víctima del capitalismo norteamericano, empeñado en crear un falso problema? El relato posmoderno de Prevención... parece encajar bastante mal con los datos históricos.

En conclusión, el relativismo epistemológico termina en una historia plagada de incoherencias, pero que es funcional a la idea que preside el texto, a saber, que “el problema” de la droga es mera construcción social, y no tiene bases en realidad objetiva alguna. A la vista de trabajos como Prevención..., no es de extrañar que continúe disminuyendo la percepción del riesgo implicado en el consumo de drogas. Este texto, además, es enviado para la instrucción de los jóvenes en un momento en que se extiende el consumo y el tráfico de drogas; en que se profundiza la aceptación social del alcoholismo -la “previa”, etc.-; en que también se extiende el uso del alcohol combinado con psicotrópicos. Y continúan avanzando las redes de traficantes, en combinación con los poderes del Estado, y los circuitos financieros internacionales.



Textos citados:

Sokal, A. (2008): Más allá de las imposturas intelectuales. Ciencia, filosofía y cultura, Barcelona, Paidós.

Westphal, K. R. (2003): Hegel’s Epistemology, Indianapolis, Hackett Publishing.