lunes, 11 de junio de 2012

Debate droga -El eje de la discusión

               Nuestra opinión sobre este asunto es que aquí se ha instalado una divisoria falsa, a saber, entre legalidad o ilegalidad de tenencia de droga para el consumo, cuando en realidad, la divisoria central pasa entre los que están muy preocupados por el aumento de las adicciones (no sólo por consumo de drogas ilegales, como cocaína, sino también por consumo de alcohol y psicofármacos), y los que de alguna manera no consideran que esto sea problemático. O entre aquellos que subrayan que ha bajado la percepción del riesgo de consumir marihuana, cocaína, o alcoholizarse, y que esto es grave. Y quienes consideran que ése es un dato de poca significación.

En otros términos, la divisoria de aguas hoy se establece entre aquellos que consideran muy preocupante que miles de jóvenes consuman ingentes cantidades de alcohol en las famosas "previas”, y que de ahí pasen a cócteles con psicofármacos, marihuana, etc. Y aquellos que sostienen que esto no debe ponerse en primer plano, porque en última instancia el peligro "es una construcción social"; porque "siempre se consumió alcohol"; porque "la juventud tiene que ser libre"; porque “la marihuana no hace tan mal”; o porque “muchos chicos se alcoholizan en las previas y no devinieron alcohólicos". Estamos ante una divisoria que literalmente “estalla” cuando nosotras, las madres, venimos al Congreso a denunciar que “nuestros hijos están muriendo por la droga”. Y los que responden que no hay que tener miedo a las drogas, y que nada es tan grave si se toman precauciones para drogarse en grupo.

Los debates son claros cuando los ejes de las diferencias se fijan en los meridianos fundamentales. Para esto, hay que comprender que un amplio espectro de los que están preocupados por el avance de la droga, no están a favor de la solución represiva. Pero sí están preocupados por la inacción casi completa del Estado, y el gobierno; y por el hecho de que ni siquiera se visualice ese avance como un problema. Es por este motivo que la discusión sobre la ley “en sí” no es lo relevante. Para explicarlo de manera más clara, tomemos el caso de “la previa”. Supongamos que un diputado presenta una ley para levantar la prohibición de la venta de alcohol a los menores con el argumento de que "después de todo, hay venta ilegal, y el prohibicionismo no sirve". Y supongamos que este diputado dice, al mismo tiempo, que el alcoholismo es un acto de liberación; y anima a la juventud a "portarse mal". La opinión pública se divide entonces entre los que están a favor de ese proyecto de ley, y los que están en contra. Pues bien, si nos pidieran nuestra opinión, diríamos que esta divisoria no es central. Diríamos  que la contradicción principal pasa entre los que piensan que alcoholizarse (aunque sea una vez por semana) es un problema, y grave. Y aquellos que consideran que el alcoholismo "de una vez por semana", no es tan grave. Si no hay acuerdo en esto, se vote o no alguna ley, no arregla nada. Aunque, naturalmente, los partidarios de la segunda postura tratarán de identificar a los primeros con la reacción, el prohibicionismo, y los regímenes represivos. Y para esto, es muy conveniente colocar el debate en un encuadre falso, “ley o no ley”.

Por eso, los que tienen una actitud light ante la droga, han logrado, por estos días, enterrar el debate en un pantano. Es un pantano en el que tienen todas las de ganar al plantear la pregunta "¿usted está de acuerdo en penalizar al consumidor?" Ante este cuestionamiento, el que se opone a la política del gobierno debe reconocer que no está de acuerdo en penalizar al consumidor. En ese punto, el defensor de los proyectos presentados ataca con otra pregunta: "¿Y por qué se opone entonces a los proyectos?". El crítico entonces comienza una "guerra de guerrillas" de retaguardia: "se permite el consumo en la vía pública"; "no se va a castigar al vendedor de droga si no es punible el comprador", y cosas por el estilo. El defensor de los proyectos está a sus anchas, ya que se trata de chicanas. En tanto, la división que importa se ha desplazado, y se da vía libre al discurso de fondo, del gobierno y de otros, a saber, que "la droga o el alcohol no son tanto problema".

Subrayamos, la cuestión de contenido consiste en que un amplio sector de los que defienden la despenalización no están dispuestos a colocar en primer plano la inacción casi completa del Estado frente a la droga, el alcohol o los psicofármacos. No quieren que haya una campaña, argumentada y apoyada en datos, que ponga de relieve el avance de las adicciones. No desean que nos interroguemos acerca de por qué bajó la percepción del riesgo del consumo de drogas, y qué relación tiene esto con los discursos imperantes. Si estuvieran preocupados por estos fenómenos, hubieran presentado proyectos de ley concretos para multiplicar el presupuesto para luchar contra las adicciones; para volcar los esfuerzos de especialistas y recursos para crear los mejores centros del tratamiento; y para llevar a las escuelas campañas con argumentos bastante distintos de la estupidez (¿o canallada?) de "el problema de la droga es una construcción social". No lo hacen porque, de alguna manera, la cuestión de fondo, el aumento del consumo, los tiene sin cuidado.

Para decirlo con un caso ejemplar: la diputada Donda gasta miles de pesos en carteles para aconsejar a la juventud que se porte mal. Pero no gasta un centavo para denunciar que el Estado no hace prácticamente nada para parar las adicciones, o curar gente. Tampoco invierte un centavo para averiguar por qué ha bajado la percepción del riesgo implicado en el consumo. Ni siquiera menciona este dato. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: porque, en esencia, suscribe los discursos del tipo "el peligro de la droga es una construcción social". Por todo esto, lo central que le discutiríamos, a Donda y a muchos otros que andan con el mismo discurso, es esa despreocupación frente al drama de las adicciones que se vive en Argentina.

La perspectiva que planteamos se basa en la idea de que los discursos, y los encuadres ideológicos, pesan en las conciencias y pueden cambiar comportamientos. Aquellos que sostienen que “todo es construcción discursiva”, al mismo tiempo quieren minimizar la incidencia que tienen ciertos discursos, que se “bajan” por múltiples y sutiles canales, en los comportamientos de la gente, y en particular de los jóvenes. Frente a esto hay que responder que las ideas también se pueden transformar en “fuerza material”, y cambiar conductas sociales. Para poner un ejemplo, las denuncias acerca de los efectos nocivos del tabaquismo, y de la acción de las grandes compañías tabacaleras (utilización de la nicotina para crear adicción en el consumidor) tuvieron como resultado que bajara en muchos países el número de fumadores. Para dar otro ejemplo, las fuerzas de izquierda y progresistas, históricamente lucharon contra el alcoholismo y otras adicciones que anulaban la voluntad de lucha de los trabajadores (por una curiosa pirueta ideológica, esta tradición ahora la quieren ubicar en la derecha algunos izquierdistas posmodernos). El problema central entonces es qué se dice y qué se hace frente a las adicciones. Pero para esto, hay que dejar de “mirar para otro lado” cuando avanzan las adicciones, y terminar con el discurso acomodaticio.  

Por último, ¿qué se logra al poner en primer plano la preocupación por la problemática de las adicciones? Pues que al cambiar el eje de la división, se pone en primer plano la denuncia de un modo de producción que genera estos males sociales desde sus entrañas. Con lo cual se demuestra también que la droga no libera ni cuestiona al sistema, sino simplemente esclaviza y anula conciencias, potencialmente críticas. Pero también se coloca en primer plano la denuncia de instituciones del Estado que callan y disimulan estas cuestiones. Así como la inacción casi completa de gobiernos, aparatos judiciales, policiales, etc., que parecieran estar infestados de personajes que hacen negocios con la droga, y en general con las adicciones. Esta gente está muy interesada en que las fuerzas de quienes están genuinamente preocupados por la droga dependencia (las madres y los padres de los chicos adictos, en primer lugar) se desgasten tratando de responder a la pregunta "¿está usted de acuerdo en penalizar al consumidor?" y se queden "sin combustible" para ir al fondo del asunto.

                                                                 Grupo “A pesar de todo”
                                   De la Red de Madres y Familiares de Víctimas de las Drogas

                                                                          11 junio de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario