miércoles, 30 de septiembre de 2009

Ciudad oculta

Maria rosa, de ciudad oculta , viene denunciando con otras madres a vendedores de paco( pasta base de cocaína) en ciudad oculta y otros sectores.

Ella pudo recuperar a jeremías de su alta adicción ,habiendo llegando a perder mucho peso y estar en situación limite.
Su hermano José había consumido también pero pudo salir a tiempo.

En consecuencia de esta situación , Maria rosa y otras madres se organizaron para denunciar a vendedores de paco, hecho que tuvo como respuesta infinidad de amenazas, agresiones y poner a luz la existencia de una organización mafiosa.

"casualmente" hoy uno de sus hijos, José se encuentra preso por una causa que según Maria rosa, se ha armado a medida para amedrentarla, colocándole una mochila con drogas , hecho bastante conocido en el vulgar armado de causas.

No conformes jeremías hace mas de dos meses que esta internado por "sufrir un accidente": se cayo de la autopista a la altura de perito moreno y castañares, costándole la destrucción parcial de su rostro, fracturas expuestas en miembros inferiores y superiores, y ya cuatro cirugías, con la condena de movilizarse en silla de ruedas.

Hay sospechas sobre policías de la comisaría 36, quienes "casualmente" se encargan de vigilar a jeremías , a quien se le abrió una causa y que llamativamente lo fue a visitar una persona que se identifico como comisario de la 36.

Maria rosa presume que intentan asesinar a su hijo y que seguirán intentandolo.

No conforme con esta situación angustiante , no recibe ninguna asistencia del estado, y es menester que se le conceda asistencia , protección ,una pensión para su hijo, como así también un pase para viajar, ya que muchas veces va al hospital caminando por no contar con dinero.

Teme también por la vida de su otro hijo detenido en marcos paz.
Necesita de la intervención de todos los organismos que puedan auxiliarla ya y de medios para difundir el caso .

Primordialmente necesita una silla de ruedas , ropa y asistencia inmediata
El Tel. de Maria rosa es 15544922833

lunes, 28 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre el proyecto de despenalización de la tenencia para consumo de drogas

El reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la despenalización de la tenencia de drogas revela un desconocimiento social acerca de la problemática de la droga y ha dado vuelo a un abigarrado núcleo de fantasías donde el trigo y la paja son una sola cosa, bendecida y cohesionada por la desinformación y el brutal desinterés que hay en nuestro país. Es más, ya forma parte del dogma políticamente correcto de la bienpensantez nacional.
Hablar de la despenalización es como atrapar un espejismo que desaparece apenas lo señalamos, muta, cambia de forma, de lugar, de argumentos. Me considero en derecho de ser una opinión más, dado que hace 16 años trabajo en la rehabilitación de drogadependientes:

¿Estamos a favor de la penalización del consumo?

No, la verdad que no. Si por “penalizador” definimos a una persona que desea morbosamente una cacería de consumidores a los fines de que cumplan condena en las comisarías y/o cárceles argentinas, jamás podría ser encuadrado en ese universo de pensamiento. Es más, me costaría definir el conjunto de situaciones en las que abogaría por la “penalización” tal como se ejerce en nuestro país. Un servicio penitenciario militarizado mal puede brindar solución a problemas a los que se debería dar respuesta desde las técnicas psicológicas y educativas de rehabilitación y resocialización, como sucede hoy en países tales como España, Canadá, Alemania y Cuba. En ese sentido, los despenalizadores podrían ser más “penalizadores” que nosotros ya que, al fundamentar su postura en las pésimas condiciones del encierro en nuestro país, las aceptan sin más.
Ahora bien, si partimos de la idea de que la droga produce efectos perniciosos para el consumidor y para los demás, un estado tome en cuenta a su población debería hacer algo cuando uno de sus ciudadanos o ciudadanas es encontrado en posesión de droga.
El Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Dr. Fernández dice “sueño con el día en que el adicto sea llevado a un hospital y no a la cárcel”. De acuerdo. Si una persona es encontrada por las fuerzas de seguridad con droga para consumo personal debería ser llevada a un hospital donde profesionales de la salud (psicólogos, trabajadores sociales, médicos, sociólogos) establecieran la situación de riesgo para sí y para su entorno e indicarle medidas terapéuticas acordes. En efecto la internación compulsiva no es negada por el ministro de la corte suprema Dr. Eugenio Zaffaroni, quien indica su aplicación pero inexplicablemente restringida al consumo del paco. En una breve digresión: ¿qué sucederá en el caso de que un consumidor de paco se oponga a su tratamiento compulsivo, acaso será penalizado?
Pero el sueño del Sr. Ministro parte de la idea errónea de cárceles llenas de consumidores. En mi experiencia atendiendo pacientes drogadependientes jamás he conocido un solo caso de alguien que fuera condenado a prisión por haber sido encontrado con sustancias para consumo personal. Puede que no me crean, pero también lo dice el Sr. Juez Zaffaroni, al afirmar que la aplicación de la ley 23.737 que legisla sobre la “Tenencia y tráfico de estupefacientes” “casi nunca se traduce en una pena efectiva, y muy pocas veces en una condena firme” cuando se aplica a la tenencia de droga para consumo personal. Hasta ahora se llevaba a la persona hallada en posesión de drogas a una comisaría, la causa pasaba a un juez federal y se debía cumplir una medida educativa en un Centro Preventivo Asistencial (CPA) donde se asistía a grupos terapéuticos. En conclusión, se quiere despenalizar lo que no está penalizado. Les puedo dar un ejemplo donde este procedimiento fue de ayuda. Un ex paciente, siendo un joven de 18 años fue detenido con drogas y enviado por un juez a un CPA. La familia, alarmada, inicia un tratamiento paralelo. En esta experiencia descubren el origen de las dificultades del padre para expresarse afectivamente, padre e hijo pudieron abrazarse luego de mucho tiempo de no hacerlo, madre e hijo pudieron resolver una relación de sobreprotección, mejoraron la comunicación, la autoestima y hoy el ex - paciente vive una vida mucho más plena siguiendo la facultad. Historias como estas (de consolidarse la jurisprudencia que sienta la Corte) serán parte del pasado, será más común que los pacientes atraviesen largos años de caída hasta que “la nafta se acabe” aproximadamente a los 30 años.
¿Qué significa el fallo de la corte? Que el estado se desentiende de la aplicación de la medida de seguridad educativa prevista en el artículo 21 de la ley 23.737.
Los defensores de la despenalización no solo confunden en lo relativo a procedimientos legales, también desconocen los perjuicios que provoca el consumo de drogas.

El sillón legalizador

Esta es la figura predilecta de quienes abogan por la legalización (aunque tácticamente se hable de “despenalización”) de la droga. La versión es más o menos así: Una persona se encuentra consumiendo marihuana tranquilamente sentada en su sillón ¿a quién molesta? Está haciendo ejercicio de su derecho a realizar actos íntimos que no afectan a terceros, consagrado en el Artículo 19 de la Constitución Nacional. Repasemos:

Una persona... tranquilamente sentada en su sillón

Repasen la imagen mental que les quedó de la descripción del sillón legalizador. A mí me aparece la imagen de un hombre adulto, relajado en su sillón, de clase media. Tal vez genere idéntica representación en quien lea esto. No veo a un niño de 10 años, no una mujer embarazada o amamantando, no una adolescente al borde del suicidio, no un joven desocupado de un barrio popular.
Un acto adulto, controlado, sin efectos colaterales, no habría un trastorno psiquiátrico, no habría efectos sobre la personalidad propia ni sobre terceros. Una presentación publicitaria que pretende esconder el obvio hecho de que la despenalización estaría dando el aval para el consumo de todos y todas.

­...se encuentra consumiendo marihuana...

La marihuana parece ser “el candidato con mejor imagen” para su aceptación como una simple mercancía (por supuesto, que no debe ser ostentada, todavía). El marketing la llega a vender como un medicamento, olvidando que el objetivo de quienes consumen es evadirse y no curarse. Una vez que se admitió el consumo de una sustancia adictiva que distorsiona el estado de conciencia para buscar euforia todo es cuestión de grados. La mente es el arma más peligrosa del ser humano, ponerle droga es dejarla en condiciones de que pase algo grave. La cocaína es más adictiva, el éxtasis es más destructivo para las neuronas, la pasta base es aun más destructiva. Miles de historias clínicas lo atestiguan: “comencé con consumiendo marihuana de vez en cuando, seguí con cocaína, terminé en abuso/dependencia”. En el cronificado abandono estatal de nuestra salud, basta con que salga algún grupo de presión a defender su “derecho a autodestruirse sin que el estado se inmiscuya” y no habría mayor argumento en contra.

Está haciendo ejercicio de su derecho a realizar actos íntimos que no afectan a terceros...

Es una foto instantánea en la que no hay pasado, ni futuro. No hay familia. Nada que hacer más que disfrutar el efecto del químico en los neuroreceptores. Estabilizar el ánimo con drogas parece una solución fácil, pero en cuestiones tan profundas como el bienestar psíquico convendría desconfiar de respuestas tan simples. Consumir drogas no es un acto inocuo ni para el individuo ni para su entorno, habida cuenta de la distorsión que se genera en las capacidades cognitivas y la afectividad.
El sillón expresa la fantasía liberal del individuo – isla que no contacta con el otro sino superficialmente, contraria a la visión del humano como animal esencialmente social.
La realidad humana es mucho más dinámica. En el sillón puede estar sentado un anestesista en guardia pasiva, quien maneja los controles de una central nuclear o un neurocirujano a punto de operar. Pareciera que mientras la persona consume en su sillón el tiempo se detiene, no habrá un hijo que necesite de la atención de un padre, no sucederán imprevistos que la lleven a manejar bajo efecto de la sustancia. En la imagen del sillón no aparecen los llantos ni las noches en vela de las madres angustiadas viendo cómo sus hijos se pierden en la lejanía afectiva.
Aquí suele disfrazarse el cinismo de realismo argumentando “¿y vos creés que estas cosas no suceden actualmente?” Si no cedemos a la maniobra escapatoria tenemos que preguntarnos ¿qué actitud tomamos si esta es la realidad? Me parece lo más realista que el estado no espere pasivamente hasta que los desastres visibilicen el problema para que termine dejando que lo resuelvan los propios damnificados entre sí.
En este punto suele aparecer otro argumento. “Con ese criterio deberíamos prohibir el alcohol y el tabaco.”
Alcohol, tabaco y drogas serían lo mismo. Quien no considere importante esta diferencia no hallará tampoco ninguna distancia entre esta expresión “Papá, me voy a tomar unas cervezas con mis amigos” y esta otra “Papá, me voy a emborrachar/fumar marihuana con mis amigos”.
Personalmente nos alegramos cuando se incrementan las restricciones y campañas contra el consumo de cigarrillos o cuando un fumador gana un juicio a las tabacaleras. No obstante, cualquiera puede manejar un avión habiendo consumido tabaco, pero sería criminal hacerlo bajo efectos de droga.
Por su parte el alcohol puede tener un efecto psicotrópico si es bebido sin moderación. En vista de las abultadas cifras de muertes por accidentes de tráfico nadie debería tomar los controles de alcoholemia como “una persecución a los alcohólicos”. Sin embargo existe un uso no psicotrópico, donde el consumidor puede degustar la bebida. Con la droga no pasa lo mismo, quien la consume va a buscar directamente el estado de euforia o efectos alucinógenos. Esta clara diferencia es la que obvian quienes comparan el lógico límite legal que debe existir al narcotráfico con la ley seca que intentó impedir la compraventa de bebidas alcohólicas. Los psicofármacos también pueden ser usados de manera destructiva, pero prescriptos por un médico sirven para estabilizar el ánimo, combatir los síntomas de depresión, ansiedad o psicosis, no así para producir euforia. Asimismo el coqueo, la masticación de la hoja de coca tan común en el noroeste argentino tampoco genera un cambio comparable al de las drogas en el psiquismo. El extremo de estas confusiones tal vez sea la del Dr. Zaffaroni que en la revista pro droga THC del 26/08/09 llega equiparar con la posibilidad de “reglamentar que en los restoranes al tipo que es gordo no le sirvan ravioles” (SIC).
Luego hay otro tipo de confusiones que tienden a abroquelar políticamente las posturas y evitan la reflexión serena, como ligar la oposición a la legalización de la tenencia para consumo de drogas con una postura conservadora en lo religioso para desviar el tema por las ramas y terminar debatiendo acerca del divorcio, el aborto o el uso de preservativos. O bien pretender que quien no concuerde con el fallo de la Corte es partidario de las políticas de la DEA y de la persecución de los campesinos que cultivan drogas. Veamos pues el significado político del fallo despenalizador.

Una mirada política sobre la despenalización

El fallo de la Corte significa un salto en la campaña para generar una aceptación de la droga en la cotidianeidad de nuestras vidas. En la práctica se ha legalizado el tráfico al menudeo como expresión de la “libertad individual”. Solo un oximorón puede ligar las palabras libertad y droga. Pero lo extraño del caso es que la iniciativa se publicita como un “avance progresista”. La lista de figuras conservadoras que abogan por la despenalización aquí y en el mundo es larga, el botón de muestra es la aprobación de esta iniciativa por parte del neoliberal Estado Mexicano en el 2006.
Hasta donde tengo entendido el progresismo siempre planteó que la libertad de mercado tenía que ser controlada por ciertos valores humanos. ¿Qué es el fallo de la corte sino un aval a la libertad de compraventa de una mercancía destructiva, una privatización del problema del consumo de drogas?
Muchas familias, golpeadas a lo largo de la historia de este país, entumecidas por los medios masivos de evasión, tenían hasta hoy como último argumento para acercar a un ser querido a tratamiento el hecho de que el consumo significaba cierto nivel de conflicto con la ley. Nadie puede plantear con seriedad que a partir de este fallo de la Corte disminuya el consumo de drogas. Por si hoy faltara, habrá más consumo y más cronificación.

Progresista es también la idea de que con represión no se arreglan los asuntos públicos. En este punto se plantea que la liberalización de la tenencia para consumo sería una iniciativa antirrepresiva. No somos ciegos a la advertencia que realiza la Comisión Latinoamericana de Drogas y Democracia (integrada por conspicuos representantes del neoliberalismo latinoamericano) cuando desde una óptica despenalizadora define que la política activa sobre la tenencia para consumo “propicia la extorsión de los consumidores y la corrupción de la policía”. Pero el problema es más complejo. Al eliminarse toda acción preventiva, la intervención de la policía y la justicia no desaparece, sino que termina efectuándose cuando las consecuencias más nefastas se hacen presentes. Los presos más antiguos de las cárceles repiten una y otra vez que la distorsión de ciertos códigos que tenía la antigua delincuencia está fuertemente ligada al consumo cada vez más masivo de drogas. Lógicamente, liberar el descontrol lo incrementa el descontrol y la ganancia es de los apóstoles de la seguridad.

Quien abogue por la promoción de la conciencia humana no podría estar a favor del consumo de drogas. En el cerebro humano, las drogas evitan que se procesen sentimientos que podrán ser dolorosos, pero son reales. Sentimientos que adecuadamente manejados nos podrían enseñar, pero congelados por la droga son una cuenta pendiente. Las sustancias adictivas actúan como verdaderos patos vicas autoritarios instalados en los neuroreceptores que solo permiten que pasen artificiales y químicos sentimientos comprados de euforia, en un proceso donde se generan progresivas distorsiones en conciencia, identidad y memoria.
Despojado de su envoltura progresista, el único fundamento que queda del fallo de la Corte es la necesidad de bajar los costos de los procesos judiciales a los consumidores y liberar el comercio de una mercancía que enferma, mata, pero que produce enormes ganancias. Soluciones que no superan el estrecho horizonte neoliberal.
Mientras tanto, algunas obras sociales, ya van subiendo de 3 a 6 meses el tiempo de afiliación previo a la cobertura de tratamientos por drogadependencia. En vista de la historia reciente, la idea de un plan que atacará implacablemente al narcotráfico nos suena más a buenas intenciones que a realidades palpables. Tal vez el ejemplo de los buenos resultados sea Suecia, donde se pone énfasis tanto en la represión al narcotráfico como en la prevención de los efectos negativos del consumo sobre la población.Quien quiera escuchar una voz coherentemente humanista en esta confusión puede tomar contacto con la Red de Madres y Familiares de Víctimas de las Drogas en su blog http://redmadresyfamiliares.blogspot.com/

Aporías legales de concepción de las “drogas recreativas”

Fuera del sillón legalizador, la llamada despenalización de la tenencia para consumo de drogas genera una serie de aporías o contradicciones legales. Veamos algunos ejemplos:
Si como lo definió el Ministro Fernández la droga tiene un uso recreativo, si “abre la mente”, si simplemente da paz y tranquilidad sin ningún tipo de efecto contraproducente (sin llegar al abuso, por supuesto) ¿por qué no distribuirla en los jardines de infantes? ¿no podríamos definir que esta prohibición sería arbitraria y coartadora de un mejor desarrollo de nuestros niños y niñas? La marihuana inhibe la concentración para el estudio, reconocen en la revista THC del 26/08/09 ¡Muy simple, que nuestros niños la consuman en el verano! ¿No debería ser materia de los colegios primarios el “uso controlado y benéfico” de las drogas?
Si aceptamos la tenencia para consumo ¿por qué no su venta? Esta aporía la plantea muy lógicamente la revista THC Nº 9. “Si ahora vamos a poder tener lo que elegimos consumir ¿De donde lo vamos a sacar?” Obviamente. Y si lo hacemos deberemos aceptar la droga como una mercancía más que el estado debe regular. Las fantasías aquí llegan a prometer que con la legalización el narcotráfico se beatificaría por la posibilidad de crear narcopymes.
Si como dice la Corte la intervención estatal ante la tenencia para consumo de drogas no resiste un examen de constitucionalidad cuando no implique “un peligro concreto o un daño a derechos o bienes de terceros” ¿no podría ser este un excelente argumento para los barrabravas impedidos de ingresar a los estadios de fútbol?
Un hijo de padres consumidores inicia juicio al estado por haber consentido aquello que destruyó su vida ¿desearíamos que ese hijo gane o que pierda?
Si encontramos con cocaína para uso personal al chofer del ómnibus al que nos vamos a subir ¿debemos esperar a volcar para hacer algo? La respuesta de que “las empresas seguramente tendrán sus controles” no hace más que confirmar lo que nosotros planteamos: el fallo de la Corte pone en la esfera privada un problema público, o sea, es un paso más hacia la ausencia del Estado.
Si los laboratorios médicos sacaran al mercado ansiolíticos “aditivados con THC” (tetra hidro canabinol, principio activo de la marihuana) ¿deberíamos iniciar juicios por hallarnos frente a una maligna jugada corporativa para aumentar la adictividad de sus productos o felicitarlos por su “apertura mental”?
Psicólogos, médicos, psiquiatras, periodistas, políticos y jueces nos dicen que “no debemos preocuparnos si nuestros hijos prueban drogas”. ¿Qué acción legal tomaríamos con un médico que nos dijera que “no debemos preocuparnos por un tumor porque probablemente sea benigno”? ¿Debemos esperar 5 o 6 años a que la enfermedad avance para ahí sí tener la preocupación “autorizada”? Si aceptamos que un porcentaje de los probadores terminarán en la adicción ¿Cuál es el riesgo que sería racional aceptar, un 2%, 3%, 4%? En otras palabras: si un ser querido juega a la ruleta rusa ¿cuán pequeñas deben ser las probabilidades de que salga el tiro para “dejarnos tranquilos”?

Pero hay más...

Ni siquiera rozamos el tema de las transformaciones sistémicas que las drogas generan en la personalidad individual y en la dinámica familiar.
El consumo de sustancias está totalmente contraindicado en muchos casos como quienes sufrieron trauma psíquico, tienen esquizofrenia, trastorno bipolar o límite.
Aun la marihuana, que es publicitada como una droga inocua produce síntomas de paranoia en un 14% de los consumidores.
La cocaína por su parte es teratogénica, o sea, puede causar malformaciones en el desarrollo fetal.
Pero en este debate, pareciera que los argumentos que apuntan a la preservación del individuo y su entorno más allá de su propia decisión son débiles, en un ambiente de individualismo, evasión y banalización como el que vivimos, donde aun quien decidió preservarse tiene serias trabas.
El tema es sacado del ámbito de la salud para ser ingresado al de la moral personal. La palabra moral suena a moralina y toda moral es relativa. Con este cambio de sentidos la Corte Suprema difumina las consecuencias negativas de la droga en la sociedad.
La necesidad de consumir droga no es una estupidez, el deseo de consumir es ­válido. En el secundario nos llegan a enseñar a sacar raíces cuadradas “a mano”, pero no algo que necesitamos más en nuestras vidas como manejar un miedo, una culpa o una vergüenza. El consumo de drogas florece donde falta una alfabetización emocional, donde los lazos afectivos están pegoteados o no existen. El deseo de consumir es válido, es una mala solución para el problema real de mucha gente que necesita una paz y bienestar que no puede obtener por otros medios. Pero consumo de droga es la invalidación de los propios sentimientos, memoria e identidad. La evasión química no es gratuita para el psiquismo. Lo que lleva a una persona a consumir puede ser descubierto en el proceso terapéutico. Cuando en tratamiento una madre y un hijo se reencuentran en un abrazo luego de años de lejanía afectiva, ese instante vale más que toda la droga del mundo. Esa es la auténtica libertad, que surge del autodescubrimiento y del encuentro en el espejo de nuestros seres queridos.

Lic. Sergio Landini
M.N. 16.996
Director del Programa
Psicológico Asistencial
Valorarte Asociación Civil
Tel: 4544 7154
http://www.valorarte.org.ar/
info@valorarte.org.ar

martes, 22 de septiembre de 2009

Ante el fallo de la Corte Suprema, respuesta del Equipo de Sacerdotes de las Villas de Emergencia de la CABA

BUENOS AIRES, sábado, 29 de agosto de 2009 (ZENIT.org-AICA).- Ante el fallo emitido esta mañana por la Corte Suprema de Justicia, que dejó libres a cinco personas que consumían marihuana por considerar que su consumo en el ámbito privado está protegido por la Constitución Nacional, los miembros del Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la arquidiócesis de Buenos Aires emitieron un comunicado en el que, si bien reconocen "buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto", advierten que en el caso de las familias más vulnerables, la despenalización implica "dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud.

* * *

Ante el fallo de la Corte Suprema de Justicia del día de hoy, quienes integramos el Equipo de Sacerdotes para las Villas expresamos a continuación nuestra humilde opinión, que ratifica plenamente aquellas reflexiones que se hicieran públicas .

Nosotros somos respetuosos de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Valoramos su autoridad. Además creemos en el valor de las instituciones para el crecimiento de nuestra Nación.

Por otro lado nuestra palabra sobre la despenalización no pretende ocupar el lugar que tiene la palabra de la Conferencia Episcopal Argentina sobre este tema.

Con espíritu de aportar al diálogo -ofreciendo el propio pensamiento y buscando integrar el pensamiento diferente- y no de confrontar, hicimos público nuestro documento: "La droga en las Villas: despenalizada de hecho".

Queríamos defender a nuestros vecinos villeros -estigmatizados por tantas cosas-, afirmando que una cosa es la Villa y otra el narcotráfico. Y señalar que los primeros que sufren las consecuencias del narcotráfico son los habitantes de estos barrios humildes.

El Evangelio de Jesús nos invita a pararnos en las periferias geográficas y existenciales y desde allí mirar. Nos invita a entrar en comunión con los más pobres, y desde los pobres llegar a todos. Este camino desde los pobres a todos nos parece un programa más que valido a la hora de trazar políticas de Estado, a la hora de legislar y a la hora de juzgar.

Muchos de los niños, adolescentes y jóvenes de nuestros barrios no viven sino que sobreviven y muchas veces la oferta de la droga les llega antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela, o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno. Se acortan así las posibilidades de darle un sentido positivo a la vida. "Hoy, fundamentalmente, en nuestra cultura la dignidad de la vida se juega en el eje inclusión-exclusión; comunión-aislamiento" (Carta pastoral de la CEA, del 20 de agosto del 2009. Nº 22)

No pretendemos que la responsabilidad frente a esta situación de desigualdad de oportunidades quede sólo en manos del Estado. La solidaridad es en primer lugar que todos nos sintamos responsables de todos. (Cf. CIV 38)

Nos preguntamos: ¿cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan el organismo. La experiencia de acompañar a jóvenes en el camino de recuperación y reinserción social nos ha permitido escuchar el testimonio de muchos que han empezado consumiendo pequeña cantidad de marihuana y de pronto se encontraron consumiendo drogas más dañinas aun como el paco. La vida se les volvió ingobernable. Por eso desde nuestro punto de vista las drogas no dan libertad sino que esclavizan. La despenalización a nuestro parecer influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño.

Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura criminalizar la enfermedad. Pero intentemos pararnos nuevamente desde la perspectiva de las familias más vulnerables. Sin un buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro del adicto y su familia - que pide ayuda- con el Estado es la justicia. Despenalizar en estas condiciones, es dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción, lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.

Usando una imagen podríamos decir entonces que la discusión sobre la despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los primeros.

Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que cuide y proteja a sus hijos que padecen el flagelo de la droga, de fuerzas a sus familias y luz a nuestra sociedad para generar vínculos de promoción y solidaridad.

Equipo de Sacerdotes para las Villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires.